Sunday 31 October 2010

1ero de Noviembre, Día de Los Muertos



Así, como si nada, toca a la puerta otro Día de Los Muertos, y de nostalgia reboza mi corazón mientras tomo un momento para conmemorar a la lista -inevitablemente ascendente- de personas que evoco ahora sólo en mi memoria.

Estuve en un recital de órgano en la Catedral de San Pablo ayer por la tarde, y mientras sus profundas notas me acechaban por la espalda, revoloteando por la cúpula y finalmente aterrizando en mi corazón, tuve la impresión de estar en el lugar y en el momento indicado para pensar en ellos, mis muertos; ellos, los que se fueron para no volver, los que tanta falta hacen; ellos, los que constantemente me bendicen con suspiros dulces y hondos, llenos del dolor delicioso del buen recuerdo.

El sonido pesado, largo y osadamente profundo del instrumento me invita a quedarme completamente quieta, a extinguir todo movimiento, toda actividad- sus notas son como la gravedad, e inevitablemente me llevan hacia el centro, y en este 1ero de Noviembre me suspenden dentro del círculo prfecto del amor intocable que siento por mis muertos; ese amor que quedó suspendido en el tiempo, y que aún así conserva su frescura. Ese amor que con los años va creciendo, naturalmente, entretanto que la madurez me alcanza y soy capaz de verlos con más claridad, descubriendo que aún desde la muerte continúan brillando su sabiduría sobre mi alma y nunca paran de educarme.

Brindo por ustedes, por tantos y tantos recuerdos que atesoro a su lado y porque sé que aunque hayan partido, me acompañan el resto del camino.