Yo también te extraño.
Te extraño tanto como tú me extrañas a mí, sino es que más.
Me hace falta tu optimismo, tu incansable fe y tu energía.
Te quisiera visitando mi dormitorio cuando cansada oscilo entre gravedad y el infinito,
inventando historias, o recitando Rubén Darío.
Los rastros de tus besos y tus abrazos han caído tan profundo que ya no los veo en mi palidecida piel.
Son parte de mí.
Ya no soy la niña que te deja cartas de amor bajo la almohada.
Pero ansío impacientemente tu respuesta a mis emails.
Mi tacto evoca la textura de tu pelo,
bello y plateado,
cosquilleándome los dedos.
Los once besos que antes constituían la ceremonia de mis mimos hoy se encuentran desempleados.
Ese campo abierto que es tu pecho guarda ahora un vacío,
y yo,
floto en esta realidad paralela,
guardando el aire,
deseando nuestro próximo encuentro,
esperando a estar arropada en ti,
volver a casa,
y respirar.
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