Hoy leyendo el periódico me entró una familiar pero aguda tristeza. Cómo pesa ese momento en el que de nuevo te cae que en tu país, tan amado como es, es matriz de almas condenadas a aprender a vivir como animales, a fuerza de sobrevivir. Arrastré el nudo de pensamientos el día entero, enredándome cada vez más en ellos pero como siempre sabiendo que también yo, para sobrevivir, eventualmente terminaría cortándolos con unas tijeras lo suficientemente grandes y dejando la cuerda escondida en ese cuartito oscuro en el que acumulo todas las cuerdas y cadenas que por ser una persona afortunada en un mundo lleno de sufrimiento terminan viviendo contigo.
Cuando recuerdo los atardeceres bajo el cielo multicolor chapín, cuando recreo las conversaciones que tenidas en familia llevo grabadas en mi corazón, el sonido de las noches de guitarra, el olor del café de la tarde, los restos de champurrada al fondo de la taza...cuando juego con mi realidad, caigo en que no es solo mía; mi vida, compartida con la de todos los demás, resultó de días bajo el resplandor del sol del mediodía en Guatemala. Las tortillas recién hechas, las entusiasmadas notas de la marimba, la refrescante amargura de una cerveza gallo, el olor del incienso, la majestuosidad de los volcanes, los algodones de las ferias, la picardía de los niños, la innata cordialidad del extraño, la música de Arjona...es de todos.
A todos llegan días buenos, y tocan días malos. Sin la crueldad de la vida no existe la belleza, no hay lugar para la magia, no existe la oportunidad de la felicidad. Me voy a acostar pensando en que todos los guatemaltecos lloramos, pero también todos reímos. La felicidad de cada quien llega en distintas formas, pero a todos nos llega. A todos.
1 comment:
no es necesaria la crueldad para que exista la belleza
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