Habían noches, como esta, en las que no descansaba de ese fatigante sentimiento, ni siquiera al dormir. Las pesadillas se estaban haciendo cada vez más frecuentes, y esto le preocupaba, ya que la misma Doña Fatima le había dicho desde niño que no era bueno pensar demasiado en el espíritu del muerto, porque eso impedía al alma descansar.
No había nada que Nicolás deseaba más que su mamá pudiera descansar en paz eterna; lo menos que él quería era molestarla aún después de muerta, pero siempre había tenido problemas con las pesadillas, y ahora Doña Fatima ya no estaba allí para llevarle su tecito de manzanilla, y espantarle todos los malos pensamientos.
Aparte de todas las necedades de un adolecente común, Nicolás había sido un buen hijo. Había crecido en un ambiente de violencia constante, sobre todo en sus años más tempranos, pero nunca le había faltado el cariño y el buen ejemplo de su mamá.
Doña Fatima era una mujer muy querida y respetada en su vecindario. Debido a su carácter amable y servicial, contaba con el cariño de todos sus vecinos. Fue gracias al apoyo de éstos le brindaron en las épocas más difíciles de su matrimonio que ella pudo salir adelante, aún después de que el papá de Nicolás se fue.
El abandono de Santiago, conocido como "el chucho", les causó aún más privaciones materiales de las que ya habían domesticado, pero el momento en que él salió de la puerta fue el momento en que el sol entró por su ventana por la primera vez.
Nicolás tenía apenas 5 años cuando "el chucho" se marchó, pero recordaba con claridad su carácter agresivo y no olvidaría nunca la textura áspera de las palmas de sus manos, a pesar de las pocas veces que éstas lo tocaron, ni el olor a alcohol barato de sus palabras.
Era regularmente, cada segunda semana que las peleas empeoraban. A los 4 años Nicolás aprendió que al chucho le pagaban cada 15 días por su trabajo en la construcción del almacenón de la esquina. El chucho era albañil. Y era alcohólico también.
Su mamá era una mujer fuerte, pero inteligente sobretodo. Cuando el chucho y la Fatima se casaron todo era diferente. Él era muy diferente. La quería y la respetaba sobre todas las cosas. Y es que siendo Fatima lo bella y tímida que era, no había sido fácil de conquistar. Le había tomado 11 meses a Santiago que siquiera le dirigiera la palabra. Pero con era palabra- le entregó el corazón.
La familia de Fatima era particuliarmente conservadora. Fanáticos religiosos. Sus padres eran mucho mayores y llevaban 47 años de casados cuando Fatima y Santiago empezaron a salir. A ellos no les pareció nunca que se quisieran casar. Fatima tenía 15 años, recién cumplidos, y más que esto, ellos consideraban que su hija podía conseguir un mucho mejor partido que Santiago Lopez, hijo del mecánico del pinchazo de la 11 calle.
Pero Santiago fue el primer hombre que Fatima conoció, debido a las circunstancias en las que vivió, el primer y último hombre al que amó.